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|a Empezar un libro convencido siempre supe que yo era mejor de la cuadra es una bofetada de alegría, al final el poema da un giro al momento oscuro donde el autor (o el lector que es lo mismo) se convierte en el incomprendido, es una doble bofetada, algo así como enseñar la otra mejilla sin darse cuenta. Así está el lector en este libro, con su rostro de un lado al otro recibiendo golpes, a veces golpes bajos otros besos con pinceladas de sarcasmo, que nos llevan a un mundo donde reírse de la vida, de uno mismo o del vecino, es parte de saber afrontarla. Vivir con los personajes es compartir con el amor o el desamor fraterno y la cotidianeidad que nos inserta en el mundo mágico de Juan Cameron, la tía que vocifera que el niño es un artista, la reflexión inútil y pregunta eterna si pondré en la sopa poemas para comer. La novia que engaña, el llanto que aflora, la madre que consuela, la abuela que llora, el Diccionario de mi generación el Pequeño Larosse Ilustrado. Y la leyenda del fotógrafo que retrata los personajes de la historia, tengo a la verdad cogida de la cola tal un lagarto en manos del captor, en un solo poema; está Vallejo, el Ché, y Houdini declara que la toma fue trucada ?Y tomé a Pinochet la foto del prontuario/ esa de pobre gánster con gafas enmarcado?.
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