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|a Primer libro de Erving Goffman y uno de los más reconocidos dentro de su obra, en el cual se aborda a la vida social como un escenario y a los sujetos como actores y público. Para Goffman, cualquier persona, en una situación de interacción determinada, es un actor que lleva a cabo una representación frente a un público y adopta expresiones con el fin de controlar las impresiones de ese público. Las expresiones adoptadas por estos actores pueden ser explícitas -lenguaje verbal- o indirectas -gestos y posturas corporales-, así mismo pueden originarse también de objetos que el individuo lleva consigo -ropa, accesorios- y del propio medio o entorno en el que tiene lugar la situación de interacción -mobiliarios, decorados-. En todos los casos, para Goffman, el objetivo del actor es proponer una definición de la situación que presente cierta estabilidad, que no introduzca una ruptura en la interacción. Así pues, cuando una actuación es lograda, los participantes tenderán a considerar que los actuantes son válidos, como también su actividad y su público. Para llevar a cabo la actuación, el individuo dispone de una dotación expresiva a la que Goffman llama fachada, ésta contribuye a fijar la definición de la situación que intenta dar. La fachada menciona Goffman abarca fundamentalmente dos elementos: el medio, lo que está al margen de la persona; y la fachada personal, compuesta por insignias del cargo o rango, el vestido, el sexo, la edad y las características raciales, el tamaño y el aspecto, el porte, las pausas del lenguaje, las expresiones faciales, los gestos corporales y otras características semejantes?. En la mayoría de los casos, el medio y la fachada personal convergen. Para llevar a cabo su actuación, los actuantes y su público ponen en escena, idealizándolos, los valores comúnmente asociados a ciertas posiciones sociales, es decir, lo que conocemos como roles. Dicho de otra forma, cuando los individuos actúan, en el marco de la vida cotidiana, cumplen el papel o rol que asignan a cada uno de los personajes que representan. Por otra parte, el público no tiene acceso a la verdad, por eso se atiene a la apariencia, y para ello es importante el control de las impresiones por parte de los actuantes. De ahí que Goffman afirme que el actuante está particularmente atento a los aspectos habitualmente menos controlables de su conducta, en particular a sus dimensiones no verbales, procurando mantener distancia respecto de su público con el fin de que éste no pueda controlar lo que ocurre. Para el autor, el self ?sí mismo- no es una posesión del actor, sino que más bien es el producto de la interacción dramática entre el actor y la audiencia ?es, por tanto, construcción social-, motivo por el cual puede ser destruido durante la representación. Según Goffman, en circunstancias normales a los actores se les asigna un self firme y estable que, en la mayoría de los casos, permite que las interacciones triunfen, sean eficaces.
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