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|a Los paisajes que pintó Martí (Ediciones Sed de Belleza, Santa Clara, 2002, 86 pp), de Misael Moya Méndez (Santa Clara, 1972), constituye un valioso material sobre este tópico poco conocido. Aunque estructurado en tres partes, solo la que le da título al libro contiene la médula de la problemática estudiada. Si leemos bien. El conocimiento martiano en torno al arte de la pintura y La poesía de José Martí, al rescate de la vocación frustrada, comprobaremos que para este libro eran epígrafes obligatorios en tanto colman la gran duda que todavía existe sobre la posible autoría martiana de dos paisajes apenas referenciados por los estudios martianos. Aspecto que en este nuevo material tampoco tiene un esclarecimiento concluyente, de ahí la razón de agregarle aquellos dos epígrafes para redondear, de modo integral, los vínculos de Martí con el arte en su condición de ejecutor: ya fuese como dibujante o como poeta que pintaba con la palabra. ¿Quién es el autor del paisaje que exhibe la Sala de las Banderas? ¿Su firma es apócrifa? ¿Qué fue del original del cuadro atribuido a Martí y expuesto en abril de 1940? ¿Llegó Martí alguna vez a entregarse a la creación plástica pincel en mano? Y en caso positivo, ¿se han perdido los frutos?. Son estas las principales incógnitas con las que Misael Moya le da cierre al centro de interés de su libro. Con tal enfoque queda en suspenso el balance definitivo, que habrá de ser acometido en otro instante, porque su libro es el gran pilar informativo en pro de la investigación decisiva que este tema requiere para el bien de la cultura cubana. Este nuevo acercamiento suyo deja margen para otros análisis necesarios, los cuales sin su estudio, podrán resultar poco efectivos. ¿Por qué entonces publicar los resultados de un trabajo inacabado?
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