Résumé: | Por donde miremos, el tema indígena se encuentra presente en todos los ámbitos de discusión y aparece como una demanda de reformulación de viejos conceptos y maneras de mirar el mundo. En la actualidad, asistimos a un período histórico en el cual, como sociedades nacionales, no es posible mirarnos sin reconocernos como culturalmente diversos, como expresión de una diversidad de culturas, costumbres, prácticas y formas de vida. La cuestión estriba en que esa mirada ha dejado de ser una mera exaltación de nuestro folklore, ideal para impulsar el turismo o generar insumos para estudios antropológicos. Actualmente, vernos como distintos, como culturalmente diversos, conlleva también redefinir el modelo de Estado y sociedad en el cual vivimos y nos desenvolvemos. Implica reestructurar nuestra concepción de la justicia y el Derecho, partiendo de considerar que existen tantos Derechos o sistemas de justicia, como grupos culturalmente diversos hay. En ese sentido, el monismo jurídico sobre el cual se fundan nuestras repúblicas modernas, que considera a todos los ciudadanos nacionales como culturalmente homogéneos o tendentes a la homogeneización, ha quedado desfasado frente al reconocimiento del derecho a subsistir del otro, del diferente, del indígena; el reconocimiento de este derecho resulta en el respeto y el establecimiento de mecanismos para proteger las diversas manifestaciones culturales de estos pueblos. Una de estas manifestaciones se expresa a través de la aplicación de los mecanismos de justicia en las comunidades indígenas, muestra de un Derecho y una concepción de la justicia propias de estos grupos humanos. Reconocer estas prácticas conlleva admitir que nuestros Estados se estructuran con base en el pluralismo jurídico; en el reconocimiento y promoción de todos los sistemas jurídicos existentes.
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