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|a El primero de enero de 1999, en la ciudad de Marrakech, en Marruecos, Cuenca fue designada como Patrimonio Cultural de la Humanidad e inscrita en la lista de Bienes Patrimoniales de la Humanidad, el 1 de diciembre del mismo año. Pero, más allá de esta declaratoria, la ciudad es patrimonio de la cultura de los hombres, desde siempre, por su situación privilegiada, por su arquitectura, sus vestigios arqueológicos, sus producciones artísticas y literarias, su rica tradición oral y por la serie de elementos intangibles que constituyen su esencia e identidad: cultivos, comidas, fiestas, todo lo cual hace que el conglomerado humano que la habita y los innumerables visitantes que recibe sean, en verdad, privilegiados. Su Centro Histórico está constituido por una ciudad de aires coloniales, pero que es, en verdad, republicana, pues la mayoría de sus atractivas construcciones proceden del siglo XIX. Hay también algunas edificaciones del siglo XVIII, sobre todo los dos conventos de clausura. Pero lo que resulta particularmente atractivo es el aire homogéneo del conjunto, solo alterado por algunos alardes de chocante modernidad, en edificios de la década del cincuenta y sesenta del siglo XX. A partir del trazado original de la ciudad, en cuya fundación fueron elementos fundamentales la iglesia y el cabildo, Cuenca ha conservado un aspecto aparentemente colonial. 400 años después de su fundación española, esta presencia se conserva aún a través de construcciones reveladoras de tres clases de poderes: el político, mediante la Gobernación y la Municipalidad; el eclesiástico o religioso, representado por las dos catedrales; y el de la justicia o judicial, cuyo símbolo es el edificio de la Corte Superior de Justicia. Este espacio, cuyas calles conservan como signo distintivo los adoquines de piedra, es el escenario en el que se presentan dos acontecimientos religiosos de enorme raigambre popular: el pase del niño y el septenario o fiesta del Corpus Christi. Elementos históricos dignos de visitar son, a la vez, el monumento a Abdón Calderón, héroe cuencano de las gestas libertarias para obtener la independencia de la Corona española; y una pequeña loza en memoria del martir liberal Luis Vargas Torres, fusilado a un costado del Parque Calderón. Desde el punto de vista de ordenamiento territorial, expresión urbanística y arquitectura, Cuenca es considerada una ciudad muy coherente y ordenada, guardando mucho la apariencia de ciudad europea, sin dejar de lado su legado indio y mestizo, en cuanto a detalles arquitectónicos. En Cuenca se encuentra una identidad arquitectónica característica de la parte sur de la península ibérica, pero adaptada con materiales usados por los indígenas de la sierra del Ecuador. Materiales como el adobe, la paja, la madera y barro cocido fueron fundamentales en el levantamiento de la ciudad. Los acabados de las edificaciones resumen varios estilos que, mezclados unos con otros, derivaron en otros nuevos que aportan a la cultura y personalidad de la ciudad. Aquí radica la importancia arquitectónica de la ciudad y se constituye en una herencia de gran fragilidad por ser una demostración única a nivel mundial, de aquí radica la importancia de su preservación.
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