Summary: | Este libro fue escrito por Hernán Rodríguez Castelo, un escritor que fue al colegio, y por eso decidí leerlo. Es un cuento muy interesante acerca de un fantasma que usaba gafas verdes porque le gustaba como se veían las cosas a la luz de la luna con ese color. Este fantasmita era muy travieso y curioso, le gustaba salir todas las noches solo, porque los otros fantasmas eran muy serios y se ocupaban tanto en asustar que no tenían tiempo para curiosear. Un día, este fantasmita se quedódormido en una iglesia, y al despertar vió que estaba llena de gente triste, vestida con ropa oscura y que había una caja de madera, cubierta con una tela negra. Como él era muy curioso, se acercó a la caja y abrió la tapa, encontrando adentro un hombre de edad madura. En ese momento, empezó a escucahr gritos por toda la iglesia, y al darse vuelta vió a todos corriendo hacia afuera. Después de que todos se tranquilizaran y volvieran a entrar, él se quedó escondido vigilándolos, y vió como enterraban la caja. Muy intrigado, decidió volver en la noche al lugar del entierro, y vió a una chica muy bonita llorando, comprendió que era la hija del señor que estaba metido en la caja, y quizo preguntarle qué había pasado, pero cuando la chica lo vió, se asustó mucho y salió corriendo, y él no pudo detenerla, pues solo hablaba el idioma de los fantasmas, no el de los humanos. Fue ahí cuando decidió aprender a hablar este idioma, pero ningun fantasma quería enseñarle, porque era muy joven y podía causar problemas, así que él decidió aprender escuchando a las personas que pasaban. Fue así como, poco a poco, el fantasmita empezó a hablar y entender el idioma humano. Gracias a esto, pudo ayudar a muchas personas. Por ejemplo, una vez, en el pueblo se transmitió el rumor de que había un fantasma que se llevaba a los borreos. El fantasmita fue a curiosear, y descubrió que no era ningún fantasma, sino un ladrón. Elaboró un plan para atraparlo. Recolectó mucha tela de araña y amarró a todos los corderos del pueblo con ella, luego tomó los extremos opuestos de los pedazos de hilo y se sentó a esperar. De pronto, sintió un tiron en uno de los hilos, así que salió muy rápid o en la dirección que había dejado ese hilo. Cuando llegó, pudo ver al ladrón, que había envenenado a los perros para llevarse un cordero. Gritó muy alto, varias veces, para que todo el pueblo lo escuchara y saliera de sus casas. Cuando la gente empezó a salir, encontró al ladrón, este quiso escapar, pero al darse la vuelta se encontró cara a cara con el verdadero fantasma y se asustó mucho. De esta manera, el ladrón pagó por su delito y no pudo volver a robar otro borrego. Llegó el día de Viernes Santo, un día muy importante para los fantasmas, pero el fantasmita de gafas verdes no conseguía entender porque. En esta fecha se les permitía a los fantasmas salir durante el día a asustar. El fantasmita encontró a un grupo muy extraño de personas, y decidió seguirlas para ver si así podía entender qué era lo que tenía de especial el Viernes Santo. Lo que vió lo dejó muy sorprendido, pues había personas sangrando, atadas a grandes cruces, y una mujer llorando al contemplar a uno de ellos. Decidió preguntarle a una señora de edad madura que se encontraba en la multitud, y ella le contó que era la representación de la muerte de Jesús. Fue ahí cuando el fantasmita supo lo que era la muerte, y también supo lo que le había pasado al señor de la caja. Cierto día, el fantasmita se enteró de que había una sirena cerca, que salía por las noches. Decidió ir a buscarla, porque quería conocerla. Sin embargo, no encontró ninguna sirena, sino un diablo. Se llamaba Marchocías, y tenía patas de cabra. Le dijo que era parte de la familia de los ángeles y que había sido convocado. Siguieron conversando, y de pronto el fantasmita se vió relatando lo que había pasado en Viernes santo, pero al pronunciar el nobre de Jesús, Marchocías se convirtió en un lobo con alas y cola de serpiente que escupía llamas y luego se fue corriendo. Cuando el fantasmita le contó esto a su tutor, este le explico que no era un ángel, sino un demonio. Una noche, el fantasmita se había encontrado con un niño que iba de la mano con su padre, dos de los tantos humanos que le habían enseñado el verbo amar, y decidió seguirlos al oír su conversación que trataba sobre la muerte. Fue así como el fantasmita se entero de que todos los humanos tenían que morir un día, aunque no se conociera cuando sería, pero llegaría. El fantasmita se puso muy triste, pero se puso más triste aún, cuando, días después, su instructor fantasma le contó la terrible noticia de que una niña de quién el se había hecho amigo y a quién quería mucho, incluso amaba, se había muerto. En este momento apareció de nuevo su instructor fantasma, pero al mismo tiempo empezó a desaparecer. No debía haberle dejado al fantasmita averiguar tanto acerca de los humanos, y mucho menos encariñarse con ellos. Ahora, por no haber cumplido bien con su deber como instructor, se estaba volviendo Nada. Esto fue demasiado para el fantasmita, y se puso a llorar; pero los fantasmas no podían llorar, no estaba bien, iba en contra de su naturaleza, y como el fantasmita había ido contra las leyes de la naturaleza, ya no podía ser más un fantasma. Se convirtio en humano, y se puso muy triste, y a la vez muy contento, porque a pesar de haber perdido a seres muy queridos para él, ahora que era humano podría sentir todas las emociones humanas, como la amistad, el amor y la tristeza.
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