Summary: | El aceite, símbolo al mismo tiempo de fecundidad, pureza y luz, existe desde los albores de la humanidad. En todas las civilizaciones y religiones, el aceite está presente en cada etapa de nuestra vida terrestre, en la alimentación, la iluminación (lámparas de aceite, lamparillas, mariposas?), la salud (masajes o curas), la belleza o el hogar (como en limpieza de los muebles) pero también en nuestra vida espiritual, como en el sacramento del bautismo cuando somos recién nacidos hasta la extremaunción cuando llegamos al final del camino. Hasta principios del siglo XX, el aceite, ese concentrado de luz y energía de la semilla, gozaba de notoria relevancia y se respetaban sus cualidades Porque se elaboraba según un método noble y tradicional (almazaras con muelas de piedra). En cambio hoy en día, las grandes industrias alimentarias han conseguido convertirlo en una vulgar materia grasa liquida desprovista de nutrientes y sin propiedades terapéuticas, que solo contiene calorías vacías, "gracias" a un sinfín de procedimientos químicos (que abordaremos en detalle en otro capitulo), cada cual más agresivo que el otro. Bajo la excusa de la rentabilidad, prima la cantidad, cuyo resultado es un liquido incoloro, inodoro e insípido, en detrimento de la calidad (aceite untuoso, exquisito, de sabor más o menos pronunciado y afrutado en función del tipo de semilla, luminoso y dorado).
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