| Summary: | El libro de relatos bajo el titulo de Relatos del Aprendiz que nos retrotraen a su primera obra poética, EL APRENDIZ Y LA PALABRA. Esta coincidencia nos dice su autor no es casual pues los primeros cuentos del libro han sido elaborados junto con su primera poesía. Pero su titulo no debe hacernos caer en el error de creer que son los relatos de un aprendiz, lejos de ello su escritura y su estilo nos hacen sentir que Sáenz domina el género, pues los cuentos están estructurados como manda el buen oficio, pues el autor nos presenta casi brevemente los personajes, situaciones y ambientes y nos conduce casi inexorablemente hacia el inevitable o a veces inesperado final de cada historia. Sin ser su imitador nos conduce por las rutas abiertas por Jorge Luis Borges donde la fantasía, la erudición, la historia y la leyenda se confunden, sin desechar el detalle intimista en relatos entre irónicos y patéticos sobre personajes sumidos en sus propias obsesiones y hasta neurastenias. Entonces se acerca un tanto a los autores nacionales, a Dávila Andrade o a Pablo Palacio, aunque está lejos de caer en lo tremendista de este último , llevándonos, más bien, a esbozar una sonrisa, tal vez, de conmiseración. Por ejemplo, las entretejidas historias de Carlitos, Consuelo y el neurótico marido engañado casi llegan a esbozar una pequeña novela, en la que no faltan la fantasía y los detalles cotidianos. En los cuentos sobre aparecidos despliega su imaginación, pero no para meter miedo sino mas bien para introducirnos en forma burlesca a un mundo poblado de supersticiones y falsos fantasmas. Su descripción del cuadro del infierno de la Compañía y sus avatares históricos no dejaran de hacernos gracia aunque nos lleven a un final casi místico. Revive en algunos relatos socarrones la figura de Mefistófeles confrontado con los dioses míticos de la antigua Grecia. Las evocaciones históricas como en el caso de Espejo y el General José María Sáenz nos provocan la conmiseración por destinos, al mismo tiempo heroicos y trágicos. Tampoco desdeña el planteo del dilema moral como en el caso de Illescas, el caudillo bárbaro, y el clérigo Cabello de Balboa.
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