| Riassunto: | En este libro, Quito se descubre en cada imagen, a partir de historias que cada uno va construyendo, de personas, lugares y situaciones, retratados con la gracia y creatividad de la fotógrafa. Estas imágenes, aunque de personajes anónimos, se vuelven reconocibles gracias a la fuerte permanencia de quienes se han convertido en actores de lugares y rincones, atrincherándose, para cubrirse de la mirada de la historia, y resistir sus embates. Imágenes en blanco y negro, claros y oscuros, como las primeras, que asombraron por décadas desde los tiempos del daguerrotipo, a quienes veian así retratado el tiempo, el instante efímero, el momento en el que convergen el acto, el actor, el entorno, la luz y el ojo testigo del fotógrafo. La fotógrafa, respetuosa, espera lo más invisible posible, para no perturbar la vida que se desarrolla común y mágicamente, y que no siempre es apreciada por quien traspasa el umbral del presente cotidiano con la rapidez de a quién el futuro se le escapa. Ella, dispara su cámara, la luz penetra el diafragma que la cierne, para que su destello fugaz perennice el momento, gracias a la electrónica y a la sensibilidad del sílice convertido en memoria.
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