520 |
3 |
|
|a Entre las más gratas amistades que he tenido en mi vida cuento con la del maestro Manuel Medina Castro, y quizá, aparte de su interpretación siempre viva del marxismo, la mayor lección que recibí de él podría sintetizarse en una conducta ética: no ser jamás en la vida besamanos de nadie. El neocolonialismo, como tantas taras capitalistas, engendró una manera de vivir sometida y lacaya, en la que el capital subordina todo. El ser humano no es tal, es una cosa que produce o consume. Las relaciones humanas, hasta las amorosas, son identificadas desde el poder, no de la pasión. La vida misma es apenas un tránsito en la movilidad social determinada por el oportunismo y el individualismo, y las antiguas virtudes: generosidad, solidaridad y lealtad, son el cándido refugio del ingenuo, porque lo que interesa es el dinero y su voraz entorno, de tal manera que el egoísmo y la avaricia pueden convertirse en valores. Es entonces cuando los besamanos aparecen. Si esto se traduce a las relaciones políticas, entre Ecuador y corporaciones, nuevas características emergen: cinismo, impudicia, viveza y vanidad, y quizá estas premisas nos ubiquen de lleno en la razón de esta publicación: las manos sucias de Chevron-Texaco, manifestación del poder omnímodo del dinero y de las relaciones incestuosas con la justicia falsaria, o mejor, con la injusticia, y, por supuesto, con los vasallos, para quienes la Patria no existe, es apenas un simulacro accidental de nacimiento, y, muchas veces, motivo de vergüenza.
|