| Summary: | Los partidos políticos, los movimientos sociales, los poderes tácticos del país y el gobierno, se enredaron en una discusión en la que primó la ideología, las posiciones y cálculos políticos y los intereses personales o de grupo. Las paredes de Quito, especialmente, se llenaron de graffitis. Los canales de televisión y los programas especializados de radio multiplicaron sus espacios para tratar sobre el tema y los debatientes se atrincheraron - el término guerrero es justo- en posiciones diametralmente opuestas, motejándose entre ellos, de patriotas o vende patrias. El país se conmovió ante la desinformación y la tergiversación. Se hablaba, por un lado, de soberanía y autoridad; y, por el otro, de las consecuencias que el Estado ecuatoriano sufriría por la declaratoria de caducidad. Se decía que estábamos sometidos al poder norteamericano; o se argumentaba que el Ecuador es un país débil, incapaz de defenderse, acostumbrado a perder todas las causas que en su contra se emprendían; en fin, una contienda que no abonaba a la solución del problema y ahondaba las diferencias entre los ecuatorianos.
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