Summary: | El hígado es un órgano con un papel central en el organismo puesto que realiza numerosas
funciones esenciales para mantener la homeostasis sistémica. A nivel histológico, el hígado
presenta una arquitectura compleja y muy organizada, formada por diferentes poblaciones
celulares que desarrollan funciones concretas y, en conjunto, permiten el correcto
funcionamiento del órgano. Así, el hígado está formado por las células parenquimales que
incluyen a los hepatocitos y a los colangiocitos, y las células no parenquimales, que engloban a
las células estrelladas hepáticas (HSC, hepatic stellate cells), las células de Kupffer o las células
endoteliales sinusoidales. La población celular más abundante son los hepatocitos, que
constituyen alrededor de un 80 % de la masa hepática total, y son los que más contribuyen al
desarrollo de la función hepática. Se trata de unas células epiteliales polarizadas, muy
diferenciadas y quiescentes, aunque presentan una gran capacidad de regeneración en
respuesta a estímulos nocivos 1–4
.
Las células hepáticas se organizan en el hígado alrededor de una estructura anatómica
peculiar y compleja, determinada por el patrón del flujo sanguíneo, y que es esencial para que
se puedan llevar a cabo las funciones hepáticas. Brevemente, el hígado recibe sangre de la
vena porta rica en nutrientes y productos de deshecho, y sangre de la arteria hepática rica en
oxígeno, que fluye a través de una red de capilares sinusoidales entre las células hepáticas,
hasta drenar en las venas centrales. Junto a las venas porta y las arterias hepáticas se
encuentran los conductos biliares que conducen la bilis hasta la vesícula biliar y el intestino, y
los tres conductos juntos forman la triada portal. La unidad funcional del hígado son los
lobulillos hepáticos, que consisten en fragmentos poligonales de células hepáticas dispuestas
en torno a una vena central y rodeadas de triadas portales. Los capilares sinusoidales conectan
la vena central con los espacios porta y, en paralelo a ellos, se organizan los hepatocitos
formando cordones gruesos unicelulares (Figura 1A). Tanto la vena porta como la arteria
hepática suministran la sangre a los hepatocitos conforme fluye a través de la red de
sinusoides hasta drenar en las venas centrales. En función de si los hepatocitos se localizan
más cerca de la región periportal o más cerca de la región pericentral, presentan diferencias
fenotípicas en cuanto a la expresión de enzimas metabólicas, por lo que realizan funciones
metabólicas diferentes. Esta distribución diferencial de las funciones metabólicas y secretoras del hígado a lo largo del eje porto-central se conoce como zonación, y constituye un marcador
clave de la maduración hepática (Figura 1B) 1–5.
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